Un
rostro en la ventana
En
aquellos días, quien pasara por delante de la quinta Selanderschen
podría
ver una casa tranquila,desecupada,bastante abandonada,con el
viejo
jardín casi cubierta de maleza. Aparte del zumbido de los abejorros
en
los rosales y de las abejas en los tilos, nada hacía pensar en la
más mínima actividad.
Dia
tras dia lucia el sol, y por la noche la luna. El cielo siempre se
presentaba claro sobre Ringaryd, y el rocio caía cada mañana sobre
el césped. Todo respiraba silencio y tranquilidad sin embargo, en el
contraste
con
aquella tranquilidad externa.
ERIK
5ºB
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